Balí, el centinela del club náutico

El CN Portocolom contrata los servicios de cetrería de Fauna Control para evitar que las aves lavanderas ensucien los barcos con sus excrementos

Se llama Balí y es un híbrido de tres aves rapaces: halcón peregrino, sacre y cernícalo americano, lo que los cetreros llaman un Persayán. Desde hace más de una semana vigila el cielo del puerto de Portocolom para evitar que las bandadas de lavanderas y gorriones se acomoden durante la noche sobre las cubiertas de las embarcaciones atracadas en el club náutico y las dejen perdidas con sus excrementos.

La misión de Balí es “disuasoria”, no de caza, aclara Juan Ramon Bordoy, maestro cetrero de la empresa Fauna Control, con sede en Algaida.

“La lavandera es una especie migratoria. De día come en los campos de cultivo y por las noches busca lugares calientes donde no haya depredadores naturales. Las cubiertas y las lonas de los barcos, que han estado todo el día expuestas al sol, son muy atractivas para estas aves”, explica Juan Ramón Bordoy, que cada tarde, poco antes de la caída del sol, acude al Club Náutic de Portcolom con su halcón y lo hace volar durante una hora a unos 15 metros de altura, “no muy alto”. Balí realiza pasadas sobre los muelles y a ratos se posa en lo alto de los mástiles o los árboles. Con esto es suficiente para que las lavanderas comprendan que el puerto no es un buen lugar para pasar la noche.

Juan Ramón Bordoy defiende el uso de la cetrería como el método más sostenible para realizar este tipo de controles. “No deja residuo, es totalmente natural y no causa molestias a otras especies”. Otros sistemas alternativos, como la pirotecnia, “prococan estrés a las aves” y ni siquiera son más efectivos. Fauna Natura ha comprobado la eficacia del uso de rapaces en los cultivos de aceituna, donde los estorninos pueden causar estragos, y ahora también en puertos deportivos. Otros clubes náuticos de Mallorca ya han solicitado información porque tienen problemas similares a los de Portocolom.

La cetrería, corrige Juan Ramón Bordoy, “no es una ciencia, sino un arte”. Las aves, en la actualidad, son “troqueladas” (educadas) desde muy jóvenes y cada trabajo requiere de un tipo de rapaz concreta. No es lo mismo ahuyentar a pequeñas lavanderas que a grandes gaviotas. Para lo primero se necesita un halcón que no vuele muy alto y cace en persecución. El híbrido Persayán es ideal para esta misión porque combina la velocidad del peregrino, el vuelo horizontal del sacre y la vigilancia en altural del cernícalo. El resultado de la mezcla de esas tres especies es una rapaz pequeña y veloz, pero a la vez majestuosa.

“Una buena rapaz debe volar por las ganas de volar, estar muy musculada y tener el punto justo de hambre (que no puede ser excesivo) para conservar su instinto cazador”, recalca Juan Ramón Bordoy. Como Balí, cuyo nombre responde a su velocidad explosiva, como la de un balín de una carabina de aire comprimido.

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